Yoga al aire libre – Entrevista en La Buena Vida (Plus TV)

En enero de este año me entrevistó Paul Martin para el programa «La Buena Vida» de Plus TV, acerca de las ventajas de practicar Yoga al aire libre.

Si quieres saber más acerca del Yoga me puedes escribir a catherinaespinoza@gmail.com o asistir a mis clases de Yoga, los sábados a las 9:30am y 11:30am en limaYoga de Schell 335, Miraflores.

limayoga logo escuela

La niña que no sentía dolor

¿Cuántas veces hemos deseado no sentir dolor cuando nos golpeamos? ¿O cuando comemos más de lo que debemos? ¿O cuando estamos en cama con uno de esos resfríos que nos hacen sentir como si nos hubiera pasado por encima un camión? Hay una persona en el mundo que pareciera tener ese problema resuelto. Kayla Woodhouse no siente el dolor ni percibe la temperatura.

Hoy tiene 14 años, pero cuando cumplió apenas un añito le detectaron una extraña condición llamada Neuropatía Sensorial Autonómica Hereditaria. De bebé, Kayla se golpeaba contra las paredes y al no sentir dolor pensaba que era un juego, se golpeaba y golpeaba hasta que alguien la detenía. Un día la encontraron corriendo en la nieve, descalza, a una temperatura de -10°C. Un diciembre sus papás descubrieron que se estaba comiendo una lucecita del árbol de navidad, pero Kayla no sentía los trozos de vidrio cortando su lengua…

Kayla tiene que estar constantemente vigilada por su familia, sólo puede salir a jugar de noche, y su casa debe estar a una temperatura de 17°C para mantener su cuerpo funcionando correctamente. Si tiene que dejar la casa durante el día, cosa que evita lo más posible, va con un chaleco relleno de bolsas que contienen gel helado. Si no lo hace corre el riesgo de sobrecalentarse y morir. Las cosas que son más cotidianas para nosotros para Kayla son un reto, hasta ducharse se vuelve un peligro al no saber si de pronto el agua puede estar tan caliente que le queme la piel.

A pesar de todo esto, o quizá precisamente debido a todo esto, Kayla es una niña que vive cada momento intensamente, que disfruta cada pequeña alegría, que no se lamenta de su suerte ni por un instante. A sus 14 años ya es co-autora de tres libros; y gracias a su historia, su familia fue elegida por el programa Extreme Makeover: Home Edition para recibir una casa nueva, totalmente acondicionada para que Kayla pueda vivir de la mejor manera posible.

Con la historia de Kayla caí en cuenta que nuestra capacidad de sentir dolor, calor y frío es una de las mayores bendiciones que tenemos. Es nuestro sistema de alarma y autoprotección. ¿Corremos el riesgo de pasar tanto frío que nuestro cuerpo caiga en hipotermia sin que nos demos cuenta? No, mucho antes ya nuestro cuerpo nos indica que nos abriguemos. ¿Corremos el peligro de pasar tanto calor como para estar en riesgo de deshidratarnos súbitamente? No, mucho antes nuestro cuerpo nos pide que nos pongamos a la sombra y tomemos agua.

El dolor, tanto el físico como el emocional, nos protege y nos avisa que lo que estamos haciendo nos está dañando de algún modo. Y nuestro instinto de supervivencia nos impulsa a calmar ese dolor, idealmente lidiando con la causa: comiendo de manera más saludable, teniendo más cuidado al usar un martillo, protegiendo nuestro corazón cuando nos enamoramos; en lugar de sólo tratar de calmar los síntomas con remedios que adormecen el dolor: Buscapina, Hirudoid, Johnny Walker 🙂

Hoy tomemos un momento para agradecer que sentimos, agradecer que a veces algo nos duele, agradecer que sudamos, que temblamos de frío. Si no fuera así, tendríamos que ver la vida pasar desde una ventana, como lo hace Kayla.

Una semana sin voz y lo que aprendí

Esta semana me quedé sin palabras. Y no figurativamente. Celebrar el cumpleaños de una amiga + frías noches limeñas + excederme con los ejercicios de canto = laringitis aguda. Primera vez que me pasa esto. Claro, unas cuantas veces en la vida he estado muy afónica, pero me podía comunicar. Esta vez, abría la boca y nada. Silencio absoluto.

Dicen que de todo se aprende…Y aprendí. Aprendí mucho de esto.

  • Salir se convirtió en toda una aventura, andaba con mi libreta y mi lapicero a todos lados. Me la pasaba escribiendo. Para dar direcciones a los taxistas, explicaciones a la recepcionista del otorrino, para pedir un pie de limón en la dulcería…Cada vez que le entregaba la libreta a alguien inmediatamente su actitud hacia mí cambiaba, era como si mi mudez lo hubiera despertado de su rutina. Algunos no sabían cómo reaccionar y tardaban unos segundos en responderme, otros me trataban con mucha amabilidad, excesiva amabilidad diría yo…¿será que pensaban que era realmente muda y me tenían condescendencia? ¿O estaría relacionado con que yo compensaba mi falta de voz con muuuuuchas sonrisas y por eso eran tan amables? Puede ser 🙂
  • Me di cuenta de lo mucho que canto cuando estoy sola y lo mucho que hablo conmigo misma en voz alta. Claro, sabía que lo hacía pero no taaaanto, esta semana lo concienticé porque cada vez que estaba a punto de hacerlo, me quedaba como pollito a medio piar y me acordaba que no tenía voz. Si yo sabía que estaba muda, ¿por qué se me olvidaba e igual intentaba cantar o hablar? Porque lo hacía en automático.
  • Eso me puso a pensar ¿cuántas cosas hacemos en nuestro día a día por costumbre, sin darnos cuenta; y que a diferencia de cantar o hablar sola, son malas para nosotros?  Por ejemplo, ¿cada vez que haces algo equivocado te dices en automático y hasta medio bromeando “¡qué tonto soy!” o al verte al espejo piensas inmediatamente “cada día estoy más gorda”? Ni siquiera lo hacemos de manera consciente pero está tan programado en nuestro cerebro que nuestra mente ya se lo creyó, y nuestro cuerpo también. Te propongo que por una hora escribas cada frase que te dices a ti mismo y luego evalúes si deseas tener esos pensamientos dentro de ti.
  • Algo que invariablemente me hacía reír cuando empecé a recuperar algo de voz, era que cada vez que le hablaba a alguien en un susurro (por ejemplo, al pedir medicinas en la farmacia) la otra persona también me respondía hablando bajitoooo como si estuviéramos contándonos un secreto. Y así teníamos toda una conversación en susurros sin que la otra persona cayera en cuenta que a la que le faltaba la voz era sólo a mí y que ella podía hablar perfectamente. Esto me recordó que muchas veces permitimos que lo que nos rodea nos limite sin motivo, como en el cuento del elefante encadenado de Jorge Bucay.

Esta semana de silencio obligado me hizo ver que a veces hace falta perder algo que damos por hecho en nuestra vida para valorar lo importante y significativo que es, y se me ocurrió que hiciéramos este experimento.

EXPERIMENTO

Elije qué crees que es menos importante para ti: ver, tocar o hablar. Sí, MENOS importante:

  • Si elegiste la vista: Amárrate un pañuelo como antifaz o cierra los ojos.
  • Si elegiste el tacto: Ponte una media en cada mano o únete los 5 dedos de cada mano con cinta adhesiva (tendrás que pedir ayuda a alguien para la segunda mano, por supuesto!)
  • Si elegiste el habla: Colócate cinta adhesiva en la boca o simplemente prohíbete hablar.

Trata de seguir tu día de manera normal y nota cuánto tiempo te es posible hacerlo. ¿Cómo cambiaría tu vida si tuvieras que estar así una semana, un año, o toda la vida? ¿Qué es lo que más extrañarías? ¿Qué puedes hacer hoy para valorar y cuidar más tus ojos, tus manos, tu voz, tu cuerpo y tu salud?

Recuerda que puedes dejarnos tu opinión o contarnos tu experiencia con este experimento en la sección de Comentarios.