Un Año Nuevo no tan nuevo…

Hoy es 20 de enero de 2012. En este momento, 8 de cada 10 personas ya rompieron los propósitos que hicieron en Año Nuevo.

A todos nos ha pasado. La ropa que elegiste con tanta emoción para salir a correr todas las mañanas queda en el olvido y la hoja con la dieta milagrosa que pegaste en el refrigerador ahora está tapada con un afiche de Pizza Hut Delivery. Y el próximo Año Nuevo volvemos a prometernos lo mismo: bajar de peso, dejar de fumar, hacer ejercicio, gastar menos dinero…

¿Por qué cuesta tanto mantener nuestros propósitos de Año Nuevo?

Año Nuevo tras Año Nuevo tenemos la esperanza de que mientras el reloj pasa de las 11:59 pm a las 12:00 am algo pasa milagrosamente dentro de nosotros, pensamos que de alguna manera las uvas que comemos a las 12 son «píldoras mágicas» que nos cambiarán de un día para otro.

Somos lo que hacemos constantemente. La excelencia no es un acto. Es un hábito. (Aristóteles)

Entonces, ¿qué hacer para cambiar?

Si quieres cambios reales y duraderos en tu vida, elige HOY, sea el día que sea, un hábito que desees modificar. Ese mal hábito que más te molesta. Ése que sabes que si lo superas, tu vida se acercará mucho más a la que deseas tener. No elijas 5 cosas al mismo tiempo, enfoca tu energía en cambiar un solo hábito a la vez. Recuerda que una nueva conducta se vuelve parte de nosotros en 40 días. ¡Uno a uno puedes hacer 9 cambios en tu vida en un solo año!

Para cambiar un hábito, cada célula de tu cuerpo debe estar convencida de que deseas hacerlo. (Maestro Percy García)

¿Cómo eliminar un mal hábito?

  1. Decide con qué vas a reemplazar el mal hábito que quieres eliminar. Si simplemente lo cortas en frío será mucho más fácil recaer. Busca algo positivo que te dé placer y que usualmente no tienes tiempo de hacer.
  2. Detecta qué es lo que dispara el hábito que deseas cambiar. ¿Comes lo que no debes cada vez que te enojas con alguien? ¿Siempre fumas después de comer? Así, puedes estar alerta cada vez que estés a punto de caer en la tentación.
  3. Escribe una lista de todo lo que vas a ganar en lugar de lo que vas a “perder”. A nadie le gusta hacer las cosas como un sacrificio. Busca en internet fotos de la ropa que te pondrás cuando llegues a tu peso ideal, o imagina lo liberador que será no tener que salir de una discoteca cada vez que quieras fumar.
  4. Divide el cambio de hábito en pequeños cambios graduales, en lugar de pensar que debes hacer “todo o nada”. Y sé paciente. Y sé constante. Recuerda que un nuevo hábito se vuelve parte de nosotros en 40 días.
  5. Celebra cada avance hacia tu meta. Muchas veces notamos únicamente cuando caemos e ignoramos todas las veces que sí fuimos firmes en cambiar.
  6. Usa la autodisciplina cuando sea necesario. Aun siguiendo los 5 pasos anteriores, habrán momentos en los que simplemente te tendrás que forzar, sin compasión. Piensa ¿qué tanto deseo realmente esto? ¿Quién puede más, esta torta o yo?
  7. Pide ayuda. Un Coach de Vida puede ser tu mejor aliado para cambiar un hábito. Te guiará en cada paso, te dará herramientas para que el cambio sea más fácil y hasta divertido.

Si te gustó este artículo, compártelo usando los íconos de abajo (Facebook, Twitter, etc). Recuerda que puedes dejar tus comentarios o si prefieres, escribir a catherina@vivetuvidahoy.com ¡Muchas gracias a todos los correos que nos mandan!

No pienses en un elefante blanco

NO pienses en un elefante blanco.

Por favor, no pienses en un elefante blanco.

¿En qué estás pensando?

Por supuesto que en un elefante blanco.

Haz la prueba con otras personas, y verás cómo es imposible no pensar en un elefante blanco -o del color que más te guste, no discriminaremos a los elefantes- al escuchar esa frase.

¿Te ha pasado que cuando dices “no te olvides de tal y tal cosa…. es cuando más fácil se le olvidan las cosas a quien se las estamos encargando? Sobre todo a los esposos cuando los mandan a comprar algo… 🙂 ¿Por qué cuando le advertimos a un niño, con la poca paciencia que nos queda, “no corras, no toques, no muerdas, no pegues” parece que le estuviéramos hablando a la pared y siguen corriendo, mordiendo y pegando con más emoción que antes?

Porque una gran parte de nuestro cerebro no tiene la capacidad de entender la palabra NO. Y como esta parte del cerebro (el paleoencéfalo) gobierna la mayoría de nuestras acciones habituales -esas que decimos hacer en «automático»- muchas veces terminamos teniendo en nuestra vida precisamente aquellas cosas que tanto deseamos que NO ocurran:

No quiero estar gorda = el cerebro entiende Quiero estar gorda

No quiero fumar más = Quiero fumar más

Espero no llegar tarde a la reunión = Espero llegar tarde a la reunión

Entonces, ¿cómo debemos plantear las cosas que deseamos para obtenerlas? Siempre en positivo y en tiempo presente, aunque no hayan ocurrido aún.

No quiero estar gorda = Estoy delgada (o, si no hay forma de creernos esto, digamos “estoy en proceso de adelgazar”)

No quiero fumar más = Estoy libre de toda adicción

¿Cómo llevar esta nueva manera de pensar a la práctica?

Te propongo que durante un día completo detectes todas las frases negativas que piensas o dices, y las voltees para colocarlas en positivo. Si realmente quieres que el efecto de este ejercicio sea casi instantáneo, escribe la frase en negativo, táchala, escríbela en positivo, y luego léela en voz alta. ¿Es mucho proceso? Depende. Depende de qué tan importante sea para ti lograr lo que deseas 🙂

Para adoptar este nuevo hábito también te ayudará estar atento a las frases a tu alrededor (en la televisión, el periódico, la radio, el cine) y así te programarás para detectar inmediatamente las afirmaciones negativas en tu propia vida:

“No te pierdas el próximo capítulo de este programa”

“Dile NO a las drogas”

Haciendo este pequeño gran cambio, reprogramándote para convertir tus deseos en realidades, verás que de pronto muchas cosas que sentías que estaban bloqueadas empiezan a fluir y resolverse fácilmente. Recuerda que está en tus manos crear la vida que deseas tener.

Si te gustó este artículo, compártelo con otras personas usando los íconos de abajo (Facebook, Twitter, etc). Y recuerda que puedes dejar tus comentarios o si prefieres, escribir a catherina@vivetuvidahoy.com ¡Muchas gracias a todos por la cantidad de correos que nos mandan!

Sigue este blog dejándonos tu dirección de correo electrónico en el segundo recuadro azul de la derecha. Así, cada vez que publiquemos un nuevo artículo, llegará a tu inbox. 

Ojalá nunca nos acostumbremos

Sarah Churman nunca olvidará el día en que escuchó su voz con claridad por primera vez. Nació con una severa sordera y aprendió a hablar a través de terapias de lenguaje y leyendo los labios. Si bien usó aparatos para oír mejor desde los dos años, siempre los sonidos los percibía como si se encontrara bajo el agua. Pero hace muy poco tiempo todo cambió cuando le colocaron un implante. Este video lo grabó el esposo de Sarah:

He visto el video al menos 10 veces, pero no dejo de emocionarme cada vez que lo veo. Y aunque las imágenes hablan por sí solas, les dejo la traducción por un motivo muy importante 🙂

Asistente: Aquí vamos…

Asistente: En este momento tu aparato está encendido. ¿Lo puedes notar?

(Sarah rompe en llanto)

Asistente: Es emocionante… Puedes bajar el control por un momento, para que te acostumbres al sonido.  ¿Cómo suena todo?

Sarah: No quiero escucharme llorar.

Asistente: ¿Puedes escucharme? ¿Puedes escuchar tu voz? ¿Tu voz suena muy alta?

Sarah: Hmm…no…realmente no. Mi risa sí se siente alta.

Asistente: Está bien, te vas a acostumbrar a todo esto con el tiempo.

Ojalá Sarah nunca se acostumbre.

Ojalá nosotros nunca nos acostumbremos al milagro de oír.

Ojalá todos los días al despertar y escuchar los primeros sonidos de la mañana sintamos la alegría, el asombro y el agradecimiento de Sarah.

Ojalá siempre escuchemos el mundo como si lo estuviéramos haciendo por primera vez.

Puedes seguir este blog dejándonos tu dirección de correo electrónico en el segundo recuadro azul de la derecha. Así, cada vez que publiquemos un nuevo artículo, llegará a tu buzón.  

Si encontraste valor en este artículo, lo puedes compartir usando los íconos de abajo, y nos puedes dejar tus comentarios. ¡Muchas gracias!

La niña que no sentía dolor

¿Cuántas veces hemos deseado no sentir dolor cuando nos golpeamos? ¿O cuando comemos más de lo que debemos? ¿O cuando estamos en cama con uno de esos resfríos que nos hacen sentir como si nos hubiera pasado por encima un camión? Hay una persona en el mundo que pareciera tener ese problema resuelto. Kayla Woodhouse no siente el dolor ni percibe la temperatura.

Hoy tiene 14 años, pero cuando cumplió apenas un añito le detectaron una extraña condición llamada Neuropatía Sensorial Autonómica Hereditaria. De bebé, Kayla se golpeaba contra las paredes y al no sentir dolor pensaba que era un juego, se golpeaba y golpeaba hasta que alguien la detenía. Un día la encontraron corriendo en la nieve, descalza, a una temperatura de -10°C. Un diciembre sus papás descubrieron que se estaba comiendo una lucecita del árbol de navidad, pero Kayla no sentía los trozos de vidrio cortando su lengua…

Kayla tiene que estar constantemente vigilada por su familia, sólo puede salir a jugar de noche, y su casa debe estar a una temperatura de 17°C para mantener su cuerpo funcionando correctamente. Si tiene que dejar la casa durante el día, cosa que evita lo más posible, va con un chaleco relleno de bolsas que contienen gel helado. Si no lo hace corre el riesgo de sobrecalentarse y morir. Las cosas que son más cotidianas para nosotros para Kayla son un reto, hasta ducharse se vuelve un peligro al no saber si de pronto el agua puede estar tan caliente que le queme la piel.

A pesar de todo esto, o quizá precisamente debido a todo esto, Kayla es una niña que vive cada momento intensamente, que disfruta cada pequeña alegría, que no se lamenta de su suerte ni por un instante. A sus 14 años ya es co-autora de tres libros; y gracias a su historia, su familia fue elegida por el programa Extreme Makeover: Home Edition para recibir una casa nueva, totalmente acondicionada para que Kayla pueda vivir de la mejor manera posible.

Con la historia de Kayla caí en cuenta que nuestra capacidad de sentir dolor, calor y frío es una de las mayores bendiciones que tenemos. Es nuestro sistema de alarma y autoprotección. ¿Corremos el riesgo de pasar tanto frío que nuestro cuerpo caiga en hipotermia sin que nos demos cuenta? No, mucho antes ya nuestro cuerpo nos indica que nos abriguemos. ¿Corremos el peligro de pasar tanto calor como para estar en riesgo de deshidratarnos súbitamente? No, mucho antes nuestro cuerpo nos pide que nos pongamos a la sombra y tomemos agua.

El dolor, tanto el físico como el emocional, nos protege y nos avisa que lo que estamos haciendo nos está dañando de algún modo. Y nuestro instinto de supervivencia nos impulsa a calmar ese dolor, idealmente lidiando con la causa: comiendo de manera más saludable, teniendo más cuidado al usar un martillo, protegiendo nuestro corazón cuando nos enamoramos; en lugar de sólo tratar de calmar los síntomas con remedios que adormecen el dolor: Buscapina, Hirudoid, Johnny Walker 🙂

Hoy tomemos un momento para agradecer que sentimos, agradecer que a veces algo nos duele, agradecer que sudamos, que temblamos de frío. Si no fuera así, tendríamos que ver la vida pasar desde una ventana, como lo hace Kayla.

Una semana sin voz y lo que aprendí

Esta semana me quedé sin palabras. Y no figurativamente. Celebrar el cumpleaños de una amiga + frías noches limeñas + excederme con los ejercicios de canto = laringitis aguda. Primera vez que me pasa esto. Claro, unas cuantas veces en la vida he estado muy afónica, pero me podía comunicar. Esta vez, abría la boca y nada. Silencio absoluto.

Dicen que de todo se aprende…Y aprendí. Aprendí mucho de esto.

  • Salir se convirtió en toda una aventura, andaba con mi libreta y mi lapicero a todos lados. Me la pasaba escribiendo. Para dar direcciones a los taxistas, explicaciones a la recepcionista del otorrino, para pedir un pie de limón en la dulcería…Cada vez que le entregaba la libreta a alguien inmediatamente su actitud hacia mí cambiaba, era como si mi mudez lo hubiera despertado de su rutina. Algunos no sabían cómo reaccionar y tardaban unos segundos en responderme, otros me trataban con mucha amabilidad, excesiva amabilidad diría yo…¿será que pensaban que era realmente muda y me tenían condescendencia? ¿O estaría relacionado con que yo compensaba mi falta de voz con muuuuuchas sonrisas y por eso eran tan amables? Puede ser 🙂
  • Me di cuenta de lo mucho que canto cuando estoy sola y lo mucho que hablo conmigo misma en voz alta. Claro, sabía que lo hacía pero no taaaanto, esta semana lo concienticé porque cada vez que estaba a punto de hacerlo, me quedaba como pollito a medio piar y me acordaba que no tenía voz. Si yo sabía que estaba muda, ¿por qué se me olvidaba e igual intentaba cantar o hablar? Porque lo hacía en automático.
  • Eso me puso a pensar ¿cuántas cosas hacemos en nuestro día a día por costumbre, sin darnos cuenta; y que a diferencia de cantar o hablar sola, son malas para nosotros?  Por ejemplo, ¿cada vez que haces algo equivocado te dices en automático y hasta medio bromeando “¡qué tonto soy!” o al verte al espejo piensas inmediatamente “cada día estoy más gorda”? Ni siquiera lo hacemos de manera consciente pero está tan programado en nuestro cerebro que nuestra mente ya se lo creyó, y nuestro cuerpo también. Te propongo que por una hora escribas cada frase que te dices a ti mismo y luego evalúes si deseas tener esos pensamientos dentro de ti.
  • Algo que invariablemente me hacía reír cuando empecé a recuperar algo de voz, era que cada vez que le hablaba a alguien en un susurro (por ejemplo, al pedir medicinas en la farmacia) la otra persona también me respondía hablando bajitoooo como si estuviéramos contándonos un secreto. Y así teníamos toda una conversación en susurros sin que la otra persona cayera en cuenta que a la que le faltaba la voz era sólo a mí y que ella podía hablar perfectamente. Esto me recordó que muchas veces permitimos que lo que nos rodea nos limite sin motivo, como en el cuento del elefante encadenado de Jorge Bucay.

Esta semana de silencio obligado me hizo ver que a veces hace falta perder algo que damos por hecho en nuestra vida para valorar lo importante y significativo que es, y se me ocurrió que hiciéramos este experimento.

EXPERIMENTO

Elije qué crees que es menos importante para ti: ver, tocar o hablar. Sí, MENOS importante:

  • Si elegiste la vista: Amárrate un pañuelo como antifaz o cierra los ojos.
  • Si elegiste el tacto: Ponte una media en cada mano o únete los 5 dedos de cada mano con cinta adhesiva (tendrás que pedir ayuda a alguien para la segunda mano, por supuesto!)
  • Si elegiste el habla: Colócate cinta adhesiva en la boca o simplemente prohíbete hablar.

Trata de seguir tu día de manera normal y nota cuánto tiempo te es posible hacerlo. ¿Cómo cambiaría tu vida si tuvieras que estar así una semana, un año, o toda la vida? ¿Qué es lo que más extrañarías? ¿Qué puedes hacer hoy para valorar y cuidar más tus ojos, tus manos, tu voz, tu cuerpo y tu salud?

Recuerda que puedes dejarnos tu opinión o contarnos tu experiencia con este experimento en la sección de Comentarios.

La pregunta que cambió todo

Una tarde paseando por Buenos Aires compré un shampoo que me encantó. Se llamaba Pantene. Era 1992 y yo estaba en el colegio. Quería ser psicóloga, cantante, profesora o escritora, pero de pronto me dieron muchas ganas de conocer a quienes hacían ese shampoo, y hasta trabajar con ellos. Tal vez algún día…

Pasó la vida, y el destino me llevó a vivir en Venezuela. Un día de universidad como cualquier otro, recibí una carta de una empresa llamada Procter & Gamble, invitándome a su International Marketing Seminar. Para ese momento yo no sabía nada de esa empresa. Fui al seminario porque todos mis amigos me decían que estaba loca si no lo hacía. Nunca imaginé que me cambiaría la vida en cuestión de semanas.

Bien dicen «elige con cuidado lo que deseas, porque puede hacerse realidad». Y así fue. Al poco tiempo yo era parte de “la Procter”, ¡¡¡mi primer trabajo!!! Por supuesto -porque nada es casualidad- trabajaba en Pantene. Fui de marca en marca, de proyecto en proyecto, hasta otro día de esos que cuando despiertas no sabes que marcará un antes y un después en tu vida. Estaba reunida con mi Director de Mercadeo, Ambrish Jain, cuando de pronto me preguntó lo que jamás pensé escuchar en una reunión de trabajo:

Catherina, ¿cómo quieres que te recuerden cuando mueras, qué quieres que digan de ti en tu funeral?

Si había alguna pregunta que pensé que no podría responder en una reunión de Procter, jamás pensé que sería esa. Me quedé muda. Mi director, por supuesto, era de la India, como los son la mayoría de los gurús 😉 Y como buen gurú, no cambió mi vida dándome respuestas, sino regalándome una gran pregunta. LA pregunta.

No tenía idea de cómo quería ser recordada cuando dejara este mundo. En el trabajo cumplía pero no brillaba. No tenía un propósito de vida, no tenía una pasión. Dicen que si no gobiernas tus días, tus días te gobernarán a ti, y así era mi vida en ese momento. Si tenía todo lo que necesitaba… ¿por qué no me sentía feliz? Porque no tenía idea de quién era yo y de qué quería de la vida. Y así empecé con la loquísima tarea de descubrirme a mí misma (en mis ratos libres, por supuesto).

Después de cientos de libros, de asistir a cuanta conferencia y taller podía; pero sobre todo, después de muchas situaciones que «a la mala» me hicieron aprender -y que hoy veo como bendiciones- encontré la inspiración que tanto buscaba. Luego la trasladé a mi trabajo. No fue casualidad que en ese momento hice realidad algo que no solo cambió mi carrera, sino que hizo que cada mañana saltara de mi cama: Camino a la Fama Venezuela. Un programa de TV donde muchos jóvenes vivieron su sueño de cantar, gracias a nuestras marcas. Por 5 años compartimos sonrisas y canciones, y de cada concursante al que ayudábamos con el programa aprendí lo que ahora sé que es inevitable:

Tocando y mejorando la vida de las personas mejoraba la mía al mismo tiempo.

Ahora sabía que mi propósito y búsqueda eran inspirar y estar inspirada, crecer a través de hacer que la gente a mi alrededor creciera, descubrir juntos todo el potencial que tenían, para luego ver a cada uno volar, brillar…eso era lo que más disfrutaba. Descubrí que existía una profesión que se trataba precisamente de eso, ayudar a las personas a mejorar sus vidas, a cumplir sus metas, a hacerse responsables de su propia felicidad. Mi nuevo sueño ya tenía nombre.

Todo final es también un comienzo, y todo comienzo es también un final. Han pasado 2 años desde que me gradué como Coach de Vida, y hoy 15 de julio de 2011 dejo Procter & Gamble para dedicarme a esta nueva carrera. Sí, esto hoy me separa del lugar en el que pasé media vida, pero me acerca aún más al propósito de la empresa que fue mi casa por 14 años: tocar y mejorar la vida de las personas todos los días.

Hoy termina una aventura y empieza una nueva.

¡Gracias por ser parte de ella!